Los jardines del palacio renacentista

Durante la segunda mitad del s. XVI la fortaleza-palacio de los señores de Marchena va a sufrir una seria transformación arquitectónica y sobre todo decorativa, gracias a la iniciativa de Luis Cristóbal Ponce de León, II Duque de Arcos (1530-1573).

Además de militar y político al servicio de Felipe II, Luis fue un hombre culto y con gran sensibilidad artística, cuyas inquietudes trató de plasmar en la residencia principal de su estado con la intención de transformar el antiguo y austero palacio mudéjar, obra de su bisabuelo Rodrigo, en otro de estilo renacentista con pinturas, esculturas y yeserías de influencia italiana, al gusto de la época.

La pérdida del carácter militar del recinto de la Mota implicó también la transformación de determinados espacios (anteriormente utilizados como guarnición y defensas) en áreas de recreo y esparcimiento al servicio de la corte ducal. Es en este momento cuando se configura el jardín de palacio, ocupando una amplia superficie entre la Iglesia de Santa María, la muralla del Alcázar y las estancias residenciales.

Como ocurre con el resto del complejo palaciego, apenas conocemos este espacio ajardinado por haber desaparecido completamente. Las únicas fuentes proceden de los relatos de anticuarios como Braum, Lantery o Gómez Acévez que hablan de mascarones y bustos de emperadores de estilo renacentista decorando los muros del jardín, y sobre todo de dos imágenes de excepcional importancia historiográfica: el grabado del Diccionario geográfico de Pascual Madoz (1845) y la fotografía de S. R. de Azpiazu de 1898.

En el grabado, de gran realismo, se observa el cerramiento oriental de los jardines, coronado con merlones piramidales y con tres puertas abiertas a la liza, sobre la que crecen varios naranjos. Incluso se intuye la presencia de la escalera que salva las dos alturas de este paseo.

Vista del recinto del Parque, los jardines y el palacio Ducal. Diccionario Geográfico de Pascual Madoz (1845)

En la fotografía de Azpiazu se observa la tapia que cerraba los jardines por el este, igualmente coronada por merlones con remate piramidal, conservando aún los bustos de personajes ilustres a los que ya hemos aludido.

Entre palmeras, cipreses y otros arbustos se aprecian dos fuentes de planta polilobulada (a modo de pétalos), algunas de cuyas piezas hemos localizado sueltas en las inmediaciones o reaprovechadas como peldaños en el Tiro de Santa María.

Igualmente interesantes son las caballerizas al fondo, tras la tapia, y la edificación rematada con barandilla en el margen derecho de la foto, posible acceso a un pozo o aljibe. El agua sobrante de las fuentes era canalizada por una acequia hasta la barbacana y de ahí bajaba por un atanor (bajante cerámico) hasta una gran pileta apenas conservada.

Como vimos en el grabado de Madoz, la liza se incorpora a los jardines a modo de paseo, salvándose la diferencia de cotas por medio de una primera escalera que rodeaba la T-7. Poco después, una vez desmochadas las T-6 y 7, se instala un segundo peldañaje sobre el anterior, ocupando ahora toda la amplitud de la liza.

La zona del Parque, a los pies de la barbacana, se siembra también de naranjos y otros árboles frutales, siendo descrito por algunos autores como un vergel accesible desde el palacio a través de una escalera monumental. Es por tanto a partir de la segunda mitad del siglo XVI cuando debemos hablar de “recinto” por quedar incluido en las dependencias ducales y aislado de la villa por una tapia, conservada actualmente.

Fotografía de los jardines de palacio realizada por Salvador R. de Azpiazu en 1898
Piezas reutilizadas procedentes de las fuentes del jardín de palacio
Restos de una pileta adosada a la barbacana
Primera escalera adosada a la T-7 y segunda escalera montando sobre la anterior y la torre desmochada
Reconstrucción hipotética del alcázar a fines del s. XV